Dos ramas secas se cruzan a la altura del corazón,
y con el gorgoteo de su voz,
el pequeño descalzo canta las alabanzas al Creador.
El valle de claridades, lo leve de un vuelo, las rosadas colinas del atardecer...
El valle de claridades, lo leve de un vuelo, las rosadas colinas del atardecer...
El caracol carga un misterio diminuto y marítimo,
las alondras encuentran manjares en lo impensable.
Cuando se lo escucha, las piedras peladas se iluminan
Cuando se lo escucha, las piedras peladas se iluminan
con amaneceres de lo eterno,
y las ramas secas parecen trazos de una escritura antigua,
de aquel tiempo cuando las palabras eran adjetivos.
Lo que existe, danza sus canciones y despliegan sus colores,
y todo parece creado para la alabanza.
La belleza es una forma de mirar,
La belleza es una forma de mirar,
y la mirada, la más delicada manera de amar.
La alabanza antecede a la creación.
Él, tan pequeño, y todo el universo tan inmenso,
La alabanza antecede a la creación.
Él, tan pequeño, y todo el universo tan inmenso,
se confunden en tarareos, golpes, balbuceos y aclamaciones,
de tal modo que la naturaleza parece un enorme Francisco
alabando al creador,
y la inmensidad de lo creado se acurruca
como el pequeño
en los brazos del Padre.
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