Leyenda poética

Desnudar

El brillo armado condensaba el aire.
Los paños paternos no alcanzaban a cubrir el sueño.
La sala familiar convertida en trinchera:
Espadas erectas, exhibidas sin pudor, ordenadas en mutua comparación.
Un interior expectante, dispuesto a batallar. Exhibicionista de honores, rendidos a prepotencia. Caballeros se decían, y eran bravíos sin frenos Hombres que volvieron a andar en cuatro patas.
Francisco descubrió que todo brillo era un sueño.
Ya huido de los sueños dorados y de los brillos pasados, en la plaza pública, sin importar arma ni escudo, entregó a su padre los paños, los que llevaba puesto.
Desnudo y desatado, pudo decir por primera vez "Padre Nuestro"

El beso converso

Sus carnes olían a muerte…aliento de espectro,ambular de ciego que olvidó su propio rostro...
Los leprosos recorrían la comarca como un mal augurio. Mendicantes de un pan amargo, de un pan final. Habitantes de las tumbas, blasfemia de la alegría, sombras encarnadas.
Francisco los esquivaba, rehuía de ellos, les temía...pero no lograba ignorarlos. Cualquier referencia a ellos resonaba en la profundidad de lo que en cada humano permanece oscuro.
Resonaba aún más allá, donde las larvas de todo lo vivido se van emparentando, desde donde proyectan su panal de sombras.
Los leprosos le dolían a Francisco en las raíces negras de la existencia.
Aquella vez se cruzó con uno. Su espanto fue tal, que desencajó su rostro, que entumeció sus pasos, que mendigó aire entre las piedras de Asís.
El horror lo transformó en espejo involuntario del enfermo, y el leproso fue a su vez encarnación del miedo visceral de Francisco.
( como la pesadilla de asomarse a las aguas mansas y espantarse ante la deformidad donde debería reflejarse la propia figura)En ese desencajarse, Francisco se cruzó definitivamente con el rostro degradado de lo humano.
Reconociéndose en el otro…Descubriendo en el dolor ajeno la propia hondura volvió sobre sus pasos, traspasó la coraza del horror, acercó sus labios a la carne entumecida y lo besó.
Y al besarlo,
del panal de lo oscuro
le llegó la dulzura
que le faltaba a su vida.

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