Leyenda poética

Celebración

Enchastrar los muros con carne. Embadurnar los ladrillos con carne. Manchar desafiantemente las casas, oprobiarlas con carne.
Ser desaforados a la hora de recubrir lo construido, con carne.
Algo así como dotar de carne nuestras moradas.
Algo así como pretender que las ventanas lagrimeen cuando algún hijo se va, o que los muros nos acaricien la espalda cuando nos recostamos sobre ellos en algún descanso en la tarea.
Es como desear habitar en un pulmón que oxigene la vida cotidiana, o que al salir por la puerta, seamos palabras nuevas.
Que las paredes no solo escuchen, sino también que acompañen y aconsejen.
Que los techos canten cuando llueve, y las baldosas tengan la calidez de la piel que acepta sobre sí el recostarse del amado.
Rubricar de carne la urbe, dotarla de sensibilidad como contrapunto de la insensibilidad con la que amortiguamos nuestro día a día.
No renegar de la sangre orgullosa que mes a mes festeja la fecundidad femenina, ni del exaltado caudal que eriza la sensibilidad masculina.
Celebrar la sed y su agua, la maravilla de dormir y soñar, el espectáculo en las pupilas ante el ruborizado sol en el ocaso, las diminutas perlas del sudor de las manos enamoradas, los tobillos ensanchados por la marcha, los vellos de la piel que evidencia en nosotros a los ancestros de los glaciares.
Estremecernos ante los innumerables gustos que paladeamos a diario. Celebrar el beso, que es llevar el corazón a la boca. Amar la palabra, su pronunciación, su canto. Amar la carne, que no hay diablo en ella. En ella hay esposo, nieta, amigo, novia, hijo, vecino. En ella hay besos, piel, sudor, gustos, calidez.
Francisco soñaba con celebrar la Navidad de esa manera: enchastrando de carne los muros.Porque si Dios eterno se hizo carne, la carne nos mancha de dignidad. Porque si la carne hizo posible a Dios entre nosotros, esa carne debe estar desbordante.
Manchar, enchastrar, embadurnar...dotar nuestros lugares de carne es celebrar el don de ser lo que somos, es desafiar tanta crueldad desencarnada, es embadurnar nuestros poblados de humanidad.

3 comentarios:

miguel dijo...

Estremecernos ante los innumerables gustos que paladeamos a diario. Celebrar el beso, que es llevar el corazón a la boca. Amar la palabra, su pronunciación, su canto. Amar la carne, que no hay diablo en ella. En ella hay esposo, nieta, amigo, novia, hijo, vecino. En ella hay besos, piel, sudor, gustos, calidez.

Ante esas palabras, amado poeta, sólo puedo decirte gracias, callar, y salir a vivir mi vida.

m.

Ari Gonz dijo...

Gracias! he hiciste llorar!

Ari Gonz dijo...

Gracias! he hiciste llorar!

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